Han pasado tres años desde que comencé mis estudios universitarios en dirección de hotel en Les Roches Marbella. Mirando hacia atrás, fue tan rápido que hoy los años me parecen unos pocos minutos.
Todavía recuerdo el primer día como si fuera hoy. Sé perfectamente quien estaba sentado a mi lado durante la ceremonia de inducción y también recuerdo los rostros inocentes que teníamos en nuestras fotos de alumnado. Luego llegó la primera clase de F&B con el Sr. Djeebet y el Sr. Shah – no olvidaremos jamás la habilidad que demostraban. Luego vino de pronto el nominal diario, la famosa mise-en-place, el servicio de desayuno a primera hora de la mañana, y la locura del almuerzo y la cena. ¿Y quién podría olvidar los fines de semana que pasamos fregando los platos?
Recuerdo que en los primeros dos días conocí más gente de distintas partes del mundo que la que había conocido hasta entonces en toda mi vida. Lo más inolvidable de aquello era como tantas personas me recibían sin conocerles previamente y que sin embargo me trataron como si fuéramos amigos de toda la vida. Esa conexión instantánea a ellos me marcó desde el primer momento y fue una clara demostración del espíritu que recorre los pasillos del campus.
El segundo año fue igualmente intenso. Viví la agradable experiencia de trabajar en la cocina. Algunos de nosotros no sabíamos ni cómo encender el horno, mientras que otros llegaban a poner azúcar en vez de sal en las papas fritas. Si no recuerdo mal, uno de ellos incluso frió sus dedos en vez de las patatas. Tengo un recuerdo inolvidable de lo complicado que era el Microsoft Access y por supuesto el alegre desafío de las primeras clases de inglés para aquellos de nosotros que estábamos aun aprendiendo el idioma – ¡vaya desastre!
Antes de que nos diéramos cuenta, estábamos de camino hacia el tercer y último año. Después de dos semestres en la escuela y dos periodos de prácticas en el extranjero, llegábamos a la recta final. Mi recuerdo más vivo sería durante los últimos seis meses. Durante este periodo pensabamos principalmente en los dos años anteriores y experimentamos una oleada de sentimientos y emociones entre todos nosotros. Sabíamos que nuestro tiempo en la escuela estaba llegando a su fin por lo que trabajamos duro para dividir nuestro tiempo entre la responsabilidad de nuestros estudios y el último suspiro de diversión que tendríamos juntos como compañeros en la escuela.
Durante los últimos días ya no teníamos esos rostros tan inocentes. Nos habíamos convertido en profesionales responsables de la noche a la mañana y por encima de todo, habíamos aprendido a aceptar las diferencias entre las personas de otras culturas y valorar sus cualidades como individuos. Para entonces ya nos habíamos apartado cualquier perjuicio y nos considerábamos todos amigos de por vida.
Al finalizar el semestre, me encontré balanceando sobre una línea delgada que separaba dos aventuras distintas de la vida. Por un lado, estábamos a punto de dejar atrás tres años de amistad y tiempos memorables que pasamos con los compañeros, profesores y personal de la escuela. En el otro lado esperaba un mundo nuevo de oportunidades ilimitadas para crecer y seguir aprendiendo a través de nuestro desarrollo profesional. Algunos han decidido seguir estudiando y otros comenzar sus carreras de inmediato. Pero sea cual sea la dirección que hemos elegido, ninguno de nosotros olvidaremos jamás esos tres magníficos años.