Ha sido un día difícil. Mi segunda semana aquí en Les Roches Marbella ha sido simplemente un trabajo muy duro. Sí, era mi primera semana práctica. Pero eso no fue todo. Yo estaba trabajando durante el almuerzo y la cena en el restaurante Le Marché y este restaurante de formación en servicio es el más concurrido de la escuela. Así que, digamos que estaba trabajando 11 horas al día y 55 horas a la semana.
Yo nunca me había emocionado tanto como durante mi primera semana de prácticas. Cuando vi mi nombre en la lista para el servicio en Le Marché, todo lo que podía pensar era en la cantidad de experiencia y conocimientos que ganaría por pasar tanto tiempo en el restaurante bajo la tutela de la Srta. Floor. Ese lunes por la mañana me desperté emocionada por llevar mi uniforme y me dirigí al Roll Call. Ya sabíamos la rutina: Uniforme, hecho. mise en place, hecho, uñas y pelo, hecho. Y entonces estábamos ya listos para el trabajo.
A las 9:10 de la mañana, entramos en el restaurante Le Marche para comenzar el primer servicio. Por cierto, soy de un país (la India) donde la mayoría de las cosas se hacen para nosotros por el servicio doméstico y lo primero que me decían que tenía que hacer era empezar a limpiar la barra del buffet de desayuno. Esto fue seguido por la limpieza de las mesas, las sillas, los suelos y pulir los cubiertos. Por extraño que hubiera sido para muchos otros de la India, para mí no era un “shock” profesional. Siempre supe lo que exige la industria hotelera y que sería obviamente difícil para una persona que nunca ha tenido la necesidad de hacerse su propia cama en casa.
Por fin, con todo el trabajo preliminar completo, ya era la hora de preparar las mesas y tener todo organizado para los que almuerzan primero – nosotros, los estudiantes en formación práctica. Esto significa servir, llevar varios platos pesados en una mano y colocar vasos en la mesa. Como dice la Srta. Floor: “¡secuencia, secuencia, secuencia!” En este punto, casi todo lo que parecía imposible para mí como una niña en los restaurantes, de pronto se hizo posible. ¡Qué momento más gratificante!
Así exactamente a las 12:30, la gente comenzó a asaltar Le Marché y el servicio comenzó de verdad. Durante todo el periodo de servicio, todo lo que pensaba era de no dejar caer una sola pieza de cubertería y especialmente los platos. Yo estaba un poco asustada por no decir más. Después de todo, lo único que quedaba era cometer un error terrible y dejar que el agua cayera encima de los clientes. Al final no pasó y en retrospectiva, estoy bastante segura de que todos estaban pensando lo mismo!
¡Al final del servicio de almuerzo, mis pies ya no podían más! Para ser sincera, no estoy acostumbrada a trabajar durante tanto tiempo con tacones y, afortunadamente, la descarga de adrenalina que viene con el primer día me ayudó a llegar hasta el final. No, no te preocupes, no soy un adicta a la adrenalina, pero a veces el miedo y la ansiedad nos da ese empujón extra cuando no queda más remedio. En este caso, la adrenalina entra en cuanto los clientes llegan y tratas de sentar a todos rápidamente. Esta sensación continúa hasta que hayan terminado de comer. ¡Sin embargo, no terminó aquí! Para añadir a mi ansiedad acumulada, mientras caminaba hacia la cocina con mis manos llenas de platos, oí un ruido – “¡Crraaac!” Encima de todo el estrés de mi primer día, mi falda se había desgarrado en la parte posterior.
Al final del servicio de almuerzo, estaba realmente cansada y agotada. Todo lo que quería hacer era volver a mi habitación y dormir. Pero no, todavía tenía el servicio de cena. A propósito, el servicio de cena se supone que es más corto y menos agotador, eso es si fuera sólo el servicio de cena!. Pero teniendo en cuenta que habíamos estado trabajando desde bien temprano ese día, hasta las tareas más mundanas parecían ya durísimas. Pero, como he dicho antes, la adrenalina llegó al rescate una vez más.
Después de un breve descanso, nos presentamos para el servicio de cena a las seis de la tarde. Esta vez estábamos trabajando bajo la supervisión del Sr. López. Él nos dividió en equipos y dio a cada uno de nosotros las tareas específicas que hacer. Cuando la cena empezó, ya estaba sudando y agotada. El servicio comenzó finalmente a las 19:45 y estábamos en marcha una vez más… llevando los invitados a sus mesas, sirviendo agua, limpiando las mesas, etcétera.
En ese momento pensé que no podía haber más sorpresas. Después de dos periodos de servicio, ya había conseguido pasar el día sin grandes errores y por fin el día estaba casi terminado. Sin embargo, justo cuando estaba emocionada de irme a casa alrededor de las nueve de la noche, ¡mi segunda falda decide rasgar abierto también!
Mirando hacia atrás en esa agotadora primera semana de formación práctica, estoy aprendiendo y llegando a niveles que nunca me he imaginado posibles. ¡La semana que viene, espero que haya menos adrenalina y más tranquilidad!